El primer problema es la elección de las variantes formales (gráficas, fonéticas y morfológicas) en la presentación linguística y gramatical del texto. Si se trata de codex unicus no hay nignuna duda (salvo en el Auto de los Reyes Magos que presenta graves problemas al editor por su plurilinguismo).
Cuando se trata de una tradición de varios testimonios, es preciso proceder a una elección entre ellos. Con las obras clásicas latinas hay una presentación gráfica y fonñetica estandard debido a la relativa modernidad de los testimonios.
Con los textos en lenguas vulgares hay que decidirse por el mejor testimonio, o sea el que sabemos más próximo al original según el stemma, o el más cercano al autor. Cuando se trata de textos impresos se suele optar por la primera edición, la editio princeps.
Hay que tener en cuenta que un copista tenderá a respetar la sustancia de un texto, pero no la forma, entonces hay que recurrir al testimonio considerado mejor y más próximo a los usos linguísticos del autor por el conocimiento de la tradición, puesto que el stemma solo nos permite reconstruir los hechos sustanciales pero no los formales.
Ese testimonio real que elegimos es el texto base de la edición.
Para W.W.Greg, teórico del copy-text (el texto que un editor elige como fundamento de su propio trabajo) si de los varios testimonios conocemos bien su filiación sucesiva, la elección recaerá en el más antiguo, pero cuando existen varios, habrá que elegirlo por otras razones (conocimiento de la tradición, valoración intrínseca de los testimonios sobre la base de los errores evidentes o juicio sobre las lecciones singulares, etc...).
En obras impresas de los siglos XVI y XVII se toma como texto base el de la primera edición que, dada la inestabilidad gráfica de la época, ofrecerá la versión más próxima a la del autor.
Una vez adoptado el texto base, el editor ha de pasar a establecer las grafías del texto. Cuando se trata de editar obras medievales o del Siglo de Oro, respetará su grafía, e introducirá unas modificaciones:
- eliminación de la alternancia gráfica u/v o i/y/j, decidiendo emplear sólo los primeros para fonemas vocálicos y los segundos para los consonánticos.
- reducirá a simples las consonantes iniciales dobles sin valor fonológico: ff-, rr-, ss-
- resolverá las abreviaturas: q = que; d = dios; puado = privado, etc...
Hay un debate muy activo entre la modernización y la conservación gráfica, especialmente para textos del Siglo de Oro:
- en la separación de las palabras
- la preposición que más se contrae el la de (el editor a veces utiliza el apóstrofo)
- suelen unirse, en las ediciones modernas, los pronombres enclíticos, separados en las antiguas
- la acentuación es moderna, así como la puntuación.
Por lo que concierne los rasgos lingüísticos, es evidente que cuando un autor reproduce intencionadamente formas dialectales, hablas particulares o jergas lingüísticas, hay que mantenerlas en la edición de la obra. No es lo mismo si este colorido lingüístico fue introducido por un copista.
Como signos especiales de presentación gráfica del texto se utilizan:
- < > paréntesis angulares: las utilizan los filólogos clásicos para indicar adiciones de letras, sílabas o palabras, con el fin de llenar lagunas conjeturales;
- [ ] paréntesis cuadrados o corchetes: los emplean los romanistas para los casos de adiciones al texto; a veces, en filología clásica, indican probables lagunas del texto producidas por daño mecánico;
- la letra cursiva o el ( ) paréntesis redondo indica el desarrollo de las abreviaturas;
- un * asterisco o cruz señala aquellos lugares que no ha sido posible restaurar por conjetura;
- se suele emplear un punto por cada letra que resulta ilegible, y una línea de puntos entre corchetes [...] para indicar una amplia laguna en el texto.
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