venerdì 1 febbraio 2013

Bendita erudición

Si las obras más próximas no suelen presentar grandes dificultades de desciframiento, no pasa lo mismo con las del pasado. Es necesario, entonces, un mayor esfuerzo para reconstruir todo un mundo de ideas que ya no existe.

Por suerte existen unos compendios, de enorme circulación en el Medio Evo y en Siglo de Oro, llamados enciclopedias o sumas.

En realidad, las primeras muestras de estas sistematizaciones enciclopédicas las había dado la antigüedad clásica con obras de Varrón, Suetonio, Plinio el Viejo, Plutarco o Macrobio.

Sin embargo, es a comienzos de la Edad Media, con las obras de Boecio y Cassiodoro, cuando se introduce en este género un cierto orden de recopilación y clasificación de las materias. 

Entre los escritos en lengua vulgar alcanzó gran notoriedad Le livre du Trésor de Brunetto Latini, en el siglo XIII, que trata de compendiar todo el saber de la época.

Otro género es el de los tratados que describen, a veces desde un punto de vista alegórico y moral, todo un catálogo de animales y bestias, en buena parte fantásticos y legendarios (Phisiologus).

Otra modalidad ofrecen los lapidarios, como el De speciebus lapidum de Marbodo de Rennes, en el siglo XII, o el propio Lapidario de Alfonso X el Sabio.

El Renacimiento no logrará despegarse de hábitos escolares y del gusto enciclopédico, culto introducido por los libri menores que se estudian en la escuela, lo que termina contagiando las obras de la época con innumerable citas y erudiciones.

Otro tipo de obras son los comentarios o glosas de obras particulares, labor de comentaristas.

Hasta el siglo XVII se trata de enciclopedias sistemáticas que tienen el valor de auténticas "bibliotecas" y recogen todas las manifestaciones del saber.
En el siglo XVII pasan ya a recubrir campos más específicos.
A partir del siglo XVII se producirá un profundo cambio en la orientación del saber, que acabará con el viejo enciclopedismo, cúmulo de nociones caducas que es necesario revisar y actualizar desde los nuevos supuestos de las ciencias experimentales y  de la libertad de pensamiento. Tal es el espíritu de D. Diderot y J. d'Alambert en la Encyclopédie ou Dictionnaire raisoné des sciences, des arts et des métiers (París, 1751-1780).



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